Un día morí.
Entonces descubrí que nada más existía. Ni siquiera yo.
Volví a conocer la no existencia. La soledad. Recordé qué sentido tenía existir, vivir.
Recordé que mi eterna y dual condena era existir sin conocer pero con ansias infinitas de saciar mi sed de saber. Sed sólo saciada con la muerte. Muerte que una vez alcanzada sólo sirve para reconocer mi condena, la de no existir. Y exigirme la existencia, exigirme la vida.
En verdad nunca soporté la soledad, porque la soledad nulifica, derrite mi existencia. Prefiero la dualidad, la vida. Dos es la existencia, para mí. Es la fórmula máxima que he alcanzado en mi infinita evolución y auto-conocimiento. La nada puede dividirse en dos partes para poder existir.
Así como un indigente sin riquezas, nada posee, no existe; y como un rico hombre de negocios posee millones, que no son ni más ni menos que los que debe, ya sea financieramente, ya sea por la forma que los obtuvo…
De esta forma el hombre rico sí existe, vive (vaya si vive). A costa de otros que no viven, sólo sobreviven.
Es que todo es una ilusión. No puede existir algo sin haber robado su existencia…
Bueno yo prefiero suponer que tomo prestada mi existencia, de mí mismo.
Es que todo ocurrió por casualidad, perdón, por espontaneidad. Habiendo sido dos, existí.
Claro que cuando un todo se divide, las partes son. Son eso: partes. Una no es la otra. Ahora es distinguible de la otra, existe. Pero no conoce a la otra. Menos aún conoce de su existencia, sólo vagas referencias.
Si la cantidad de partes es mayor, la individualidad de cada una de ellas es aún más notable y definida: cobra mayor existencia. A costa, claro, de menor conocimiento del todo.
Para aumentar su conocimiento, una parte individual debe incorporar el conocimiento (conciencia) de otra parte individual (individuo). Para recuperar la conciencia absoluta del todo, las partes deben fusionarse perdiendo así su individualidad, es decir dejando de existir, muriendo…
Esta es la “verdad de la milanesa” como diría mi abuela, si tuviera. Y sólo lo puedo saber porque estoy muerto.
La verdad es que en mi terrible desesperación preferí la enorme diversidad de la vida para alejarme lo más posible de la nulidad. Preferí dividirme en infinitos y diversos seres, aún a costa de sus inevitablemente bajos niveles de conciencia, como poseen los humanos o las rocas…
Pero siempre me baso en la simplicidad de la dualidad, ya que me provee la solución a mi problema de existencia de la forma más eficiente.
Y de este modo creé todos los opuestos: el tiempo, compuesto por el pasado y el porvenir; la moralidad, por el bien y el mal; las especies, formadas por machos y hembras; la temperatura, por el frío y el calor; la estética, caracterizada por la belleza y la fealdad; el poder, por la riqueza y la pobreza; la justicia, por lo justo y lo injusto; las fuerzas electromagnéticas y atómicas, caracterizadas por fuerzas positivas y negativas; posiciones espaciales, definidas por izquierda y derecha, arriba y abajo, adelante y atrás. Otras como adentro y afuera, deudas y acreencias, zurdos y diestros, creyentes y ateos, suave y áspero, duro y blando, luz y obscuridad, etcétera, etcétera.
Bueno, en realidad implanté toda una filosofía de la dualidad como concepto en cada parte, cada individuo, para asegurarme la diversidad.
La dualidad permite por divisiones sucesivas conseguir cualquier cantidad finita o infinita de partes, de este modo tenemos para todos los pares antes mencionados (y los no mencionados), infinitos posibles estados intermedios: distintos grados de temperatura, de honradez, de belleza, etcétera. Por otro lado, nada ni nadie es absolutamente lindo, feo, honrado, caliente, o rico, sino que lo son en relación o relativos a otros individuos que poseen en mayor o menor medida esas cualidades.
Con respecto a los individuos o partes, debo decir que, si bien se diferencian entre sí, por otro lado, todos conservan intrínsecamente la esencia del todo del que son partes, así como cuando extraemos del río límpido y cristalino un recipiente de agua, éste conserva la esencia de todo el río o de cualquier otro recipiente retirado del mismo; o sea la esencia, en este caso es el agua. Pero ninguna porción de agua podrá ser EL río, aunque sí podrán ser río, es decir que poseen también la esencia del río.
De este modo cada individuo se ve reflejado en los otros y posee a la vez la esencia del todo. Cada individuo es una forma o perspectiva distinta de verse a sí mismo.
Cuando yo soy, soy individuo, soy todos los individuos, en unos individuos soy bueno, en otros soy malo; en unos soy rico, en otros pobre; en unos soy viento, en otros soy mar; en unos soy luna, en otros soy sol; en unos soy apacible, en otros huracán.
Nunca podría comprender esto si no estuviera muerto. Si existiendo lo supiera me destruiría sin remedio. Comprendería a los otros, los conocería, pero para conocerlos debería destruirme, debería estar muerto.
Cuando yo, individuo, sobrepaso mis límites perjudicando al otro, inevitablemente me estoy perjudicando. No hay forma de sacar provecho. La fortuna individual es sólo una ilusión pasajera, efímera, inexistente. Eso lo sé porque no existo.
Mi ilusión es progresar, evolucionar. Existiendo como individuo tengo la posibilidad de aprender a ser mejor, con la desafiante limitación de saber casi nada, de casi no poseer conciencia, sólo así puedo tener la capacidad de descubrir los infinitos secretos de mi esencia, y, entre ellos, hasta dónde puedo llegar.
Progresar para mí es ilusorio, porque si evoluciono me convertiré en lo que siempre fui, en lo que ya estaba en mi esencia. Es más bien auto-conocimiento.
Pero aunque sea para desarrollar esta forma de evolución, necesito existir. Y existir duele. Existir no es fácil, porque requiere nacer, requiere el desconocimiento. Así como requiere la muerte, para conocer mi evolución. Una evolución a ciegas, basada en la auto-supervivencia egoísta del individuo, y que debe progresar a tientas, necesariamente hacia una meta-conciencia individual que instintivamente tienda a beneficiar al resto de los individuos como única forma de beneficiarme o beneficiar al todo.
Si esta meta-conciencia individual pudiera en un punto ser coincidente con la Conciencia del todo, habré logrado evolucionar en mi auto-conocimiento, habré logrado existir y, a la vez, ser consciente de mi esencia. Podré abandonar este juego, quizá para buscar otro. O quizá descubriré que no estoy solo, y podré morir en paz descubriendo que existo.
Ahora, nazco…
4 huevos dejados:
vaya que me impresionas.... muy bello me ha encantado!!!!!!!!!!!!!
Buena disertacion
besos en la frente
(Krmenza, Foro Sabina: http://www.joaquinsabina.net/foro/)
Muy bueno, Sergei. Me recuerda al existencialismo de Jean Paul Sartre, y en particular a "La nausea".
Un saludo.
(Rimbaud, Foro Sabina: http://www.joaquinsabina.net/foro/)
Confieso tener que leerlo 10 veces para comprender la cuarta parte de lo que dice (triste).
Me has hecho sentir tremendamente simple, incluso ignorante (llorando)
Seguiré aprendiendo lo prometo!!!!
Bueno llorar lo que se dice llorar no he llorado pa que te voy a mentir !!!!
Pero eres tan asquerosamente culto !!!!!!!!! (besitos)
(Llarita, Foro Sabina: http://www.joaquinsabina.net/foro/)
Excelente historia, me encanto.
Y lo del tema principal me recuerda a un libro que alguna vez hojeé "El conocimiento silencioso" Yo creo que asi es, cuando el conocimiento excede sus limites, forzosamente el cuerpo tiene que ser despojado de la tierra, y de la vida.
Así como le pasó a Melquíades, el saltimbanqui de cien años de soledad, pero aun mas el alquimista. O tambien el mismo José Arcadio Buendía, que rompió los límites del conocimiento y llegó a un estado ignoto e insondable: la bendita locura.
El texto es poético y filosófico; fuera de asepciones cientificas, claro que lo comprendo porque así es la poesía, y por eso es tan bella como nunca lo ha logrado ser la prosa más mágica.
(Lunier, Foro Sabina: http://www.joaquinsabina.net/foro/)
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"...y me encontré a mitad del tiempo sobrevolando los cielos y el infierno"
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