Lo esencial es invisible a los ojos...
Esta mañana el cielo está gris como plomo y amenaza cumplir durante el día una especie de promesa acuosa y estridente.
Sin embargo no he reparado demasiado en ello, pues venía pensando en escribir algunas líneas, como está siendo habitual durante mi trayecto de los días Lunes a Colonia.
Hoy he corroborado que los oficiales de migraciones se alteran y se distraen si uno les comenta que el hall está lleno de chinos. Esa sola idea (y el hecho de que tendrán que atenderlos) los perturba y prácticamente pasan por alto la foto vieja de mi documento que siempre me conminan a renovar.
Creo que podré demorar este cambio por un buen tiempo con este tipo de estrategia.
Pero lo que me interesa ahora es hablar sobre el muy interesante fin de semana que he tenido.
No tanto de las circunstancias en sí, sino más de las sensaciones que me ha provocado y de lo que me ha llevado a concluir.
Como muchos sabrán, hablo del encuentro sabinero realizado en Rosario, Argentina, el 27/9/2008. Comencemos:
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De dioses…
Un día morí.
Entonces descubrí que nada más existía. Ni siquiera yo.
Volví a conocer la no existencia. La soledad. Recordé qué sentido tenía existir, vivir.
Recordé que mi eterna y dual condena era existir sin conocer pero con ansias infinitas de saciar mi sed de saber. Sed sólo saciada con la muerte. Muerte que una vez alcanzada sólo sirve para reconocer mi condena, la de no existir. Y exigirme la existencia, exigirme la vida.
En verdad nunca soporté la soledad, porque la soledad nulifica, derrite mi existencia. Prefiero la dualidad, la vida. Dos es la existencia, para mí. Es la fórmula máxima que he alcanzado en mi infinita evolución y auto-conocimiento. La nada puede dividirse en dos partes para poder existir.
Así como un indigente sin riquezas, nada posee, no existe; y como un rico hombre de negocios posee millones, que no son ni más ni menos que los que debe, ya sea financieramente, ya sea por la forma que los obtuvo…
Posibilidades
El universo, y todo lo que habita en él, parece querer dirigirse hacia alguna parte. Parece querer organizarse periódicamente. Explora infinitas alternativa y elige los mejores caminos a seguir. La vida, de todo tipo, es su mayor expresión.
Para que una especie siga adelante debe sortear infinidad de obstáculos en su camino de evolución, y para ello debe siempre competir. Debe vencer a otras especies, a fuerza de feroz coraje, de violencia necesaria. El hombre mismo no escapa a esta norma. No sólo mediante las atroces batallas y guerras que continuamente llevó a cabo desde el principio de los tiempos, sino también en la vida diaria, en la competencia profesional, cuando una madre defiende a su hijo aún sin razón, cuando compramos un nuevo y oneroso vehículo sólo para demostrar un mayor estatus social.
Muchísimas de las acciones de los hombres están orientadas a aumentar su ego, por medio del poder que brinda el dinero y todo lo que es adquirido por él. Y realmente, muchas veces, creemos que todo puede ser comprado con dinero.
Para que una especie siga adelante debe sortear infinidad de obstáculos en su camino de evolución, y para ello debe siempre competir. Debe vencer a otras especies, a fuerza de feroz coraje, de violencia necesaria. El hombre mismo no escapa a esta norma. No sólo mediante las atroces batallas y guerras que continuamente llevó a cabo desde el principio de los tiempos, sino también en la vida diaria, en la competencia profesional, cuando una madre defiende a su hijo aún sin razón, cuando compramos un nuevo y oneroso vehículo sólo para demostrar un mayor estatus social.
Muchísimas de las acciones de los hombres están orientadas a aumentar su ego, por medio del poder que brinda el dinero y todo lo que es adquirido por él. Y realmente, muchas veces, creemos que todo puede ser comprado con dinero.
La viveza, entre la inteligencia y la estupidez
Frente a un problema concreto, la reacción mental del hombre inteligente es dinámica: buscará el camino de la solución, a menudo a través de exploraciones, de asedios desde distintos flancos, de razonamientos abandonados en un punto y recomenzados en otro, hasta encontrar la salida.
En latín, salida se dice exitus, que los ingleses tradujeron por exit. La inteligencia conduce al éxito.
Ese mismo idioma, madre del nuestro, cuyo estudio hoy les parece superfluo a algunas autoridades universitarias, tiene un verbo, stupere, que significa quedarse quieto, inmóvil, paralizado y, en sentido traslaticio, mentalmente detenido como delante de un cartel que dijera stop.
En latín, salida se dice exitus, que los ingleses tradujeron por exit. La inteligencia conduce al éxito.
Ese mismo idioma, madre del nuestro, cuyo estudio hoy les parece superfluo a algunas autoridades universitarias, tiene un verbo, stupere, que significa quedarse quieto, inmóvil, paralizado y, en sentido traslaticio, mentalmente detenido como delante de un cartel que dijera stop.
Propiedades del Triste
En este elogio filosófico se argumenta que, a diferencia de la melancolía, la tristeza muchas veces fortalece y adecenta. Atributo de eminente lucidez, ese estado de ánimo tiene como actividad preeminente la contemplación y como una de sus características el estoicismo
I
Hay por lo menos dos acepciones del triste. Una que lo da como abatido, hace de él un derrotado a manos de su pesar. La otra, en cambio, no lo reduce al motivo de su desdicha. Sin dejar de consignarlo como un alma en la que el dolor ha impreso su huella, esta segunda acepción decreta que el triste, a diferencia del melancólico, no ha sido aniquilado por su pena. Digamos, pues, que si bien se trata de un náufrago, no se trata de un ahogado.
I
Hay por lo menos dos acepciones del triste. Una que lo da como abatido, hace de él un derrotado a manos de su pesar. La otra, en cambio, no lo reduce al motivo de su desdicha. Sin dejar de consignarlo como un alma en la que el dolor ha impreso su huella, esta segunda acepción decreta que el triste, a diferencia del melancólico, no ha sido aniquilado por su pena. Digamos, pues, que si bien se trata de un náufrago, no se trata de un ahogado.
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