El Águila Azul
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Mi inseparable amigo Antonio

Cuando subí a ese tren aquel día pensé que sería un viaje más hacia Rosario, tal como solían ser esos viajes cuando quería escaparme del mundo.
Yo soy así. Un poco dandy, un poco un "clochart", un vaga-"mundo". Me fascina subir a un tren, tirarme en el furgón con los linyeras y escaparme del mundo formal para meterme en el submundo de mis amigos los errantes que vagan sin obligaciones, sin reparos y con la libertad que le otorgan a uno esas vias largas, tan largas como piernas de mujer, que siguiéndolas uno puede transportarse al paraíso o al peor de los infiernos.
Mi esposa me había dejado por otro tipo. ¿Una más, qué importaba? Al fin y al cabo, ¿para qué sirven las mujeres si no van a hacernos felices?
De todos modos, voy a confesarlo, la pena no lograba dejarme, o yo no podía deshacerme de ella.
No me faltaba nunca desde aquel día una botella de escocés bajo el brazo. De dandy ya poco me quedaba. Sin trabajo, con las cuentas del banco ya en rojo absoluto y apenas unos pesos en el bolsillo, pertenecía más al submundo de los desamparados del mundo que al mundo de los humanos corrientes.
Cogí aquel tren ya cuando estaba alejado unos treinta metros del andén, una vez que hubo partido, porque no tenía boleto. No era la primera vez que usaba ese truco y el guarda ya me había visto antes, pero por alguna razón, quizá por una compasión extraña hacia mí, nunca me había reclamado el boleto.

Carta para que usted sepa

Le escribo esta misiva, señorita, para el caso remoto y por si acaso no han notado su ojos en mis ojos un destello al mirar sus dos ojazos. Si me dirijo por escrito, usted entienda. No es que peque de quedado ni silente, es que congela mi lengua su sonrisa y me atraviesan mariposas por el vientre.
Si usted no sabe, señorita, yo le cuento, que mientras usted me mira se me fuga, el alma cabalgando con el viento y la boca se me queda medio muda. Ni hablar cuando me habla con ternura su boca que me sabe a chocolate que aunque quiera probarla no he probado pero me tiene loco de remate.
En el supuesto caso que usted sienta un cosquilleo extraño como el mío, le recomiendo con prisa y con premura me de señales con tacto y con buen tino. No es cuestión que ambos andemos por la vida con cosquilleos mutuos ignorados, si el destino la quiere en mi camino, es mejor que pronto lo sepamos.
Pero tengo el deber de prevenirla, tengo labios asesinos esperando, tengo besos de esos que le quitan el aliento, tengo abrazos para no andar olvidando.
En fin, yo quisiera que usted sepa lo mucho que la estoy necesitando, que si tuviera esta carta entre sus manos, supiera usted que ya la estoy amando.

Firmado, un suyo caballero

Posdata: usted ordena cuándo

Sergio W
 

A Vuelo de Águila

La consciencia es un espasmo del caos.