El Águila Azul
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Monólogo de amor disonante, en mí sostenido

- ¿Adónde va mujer con paso tan ligero y con ese aire de usted-aquí-no-existe?
Déjeme decirle que está desairando al futuro amor de su vida.
¿Soberbio? Claro que no. No es que lo diga yo, me lo dicen sus ojos que me miran con un brillo sorprendido.
Me lo ha dicho también una gitana esta misma mañana. Y yo le creo rajatabla a las gitanas que me dicen lo que quiero oír.
¿Atrevido? Pues, sí. Me atrevo a todo. ¿Y usted?
Espere, no se vaya. Es cierto, no me conoce. Yo sí la conozco.
No, no es porque pasa todas las mañanas por aquí. De hecho acabo de llegar de lejos. Nunca he estado en este pueblo.
Usted es como esas cosas que uno ha conocido siempre sin recordar haberlas visto.
Por ejemplo, conservo un recuerdo de la mueca de su sonrisa que nunca he visto,
Exacto, ¡ésa!
No, lo sé. Le he dicho ya que la conozco, no me pregunte más. No sabría responderle.
Al fin me ha sonreído. No se sonroje, no es necesario. Aunque adoro sus mejillas de crepúsculo de fuego.
Esas mismas, ¿lo vé?
Me alegra caerle bien. Le confieso que en un momento dado casi he llegado a dudar de que usted había sido creada para mí.
Fue sólo un instante, cuando pareció turbada al verme.
Sí, lo sé. Es debido a la emoción. Intenté inhibirla pero no pude. Mi pupila intentó luchar frente a ella pero se rindió y la dejó caer rodando, húmeda sobre mi rostro. Déjela allí. Esa lágrima me gusta porque rinde culto y es souvenir de nuestro amor.
También usted me ama pero aún no lo sabe.
No tema, no busco la mujer perfecta pero demando la mujer perfecta para mí.
Y usted encaja en esa categoría, como las gotas de rocío llegan al alba justo en el instante en que un poeta llora.
O quizá a la inversa, qué importa.
Lo único que entiendo son los sueños que se cumplen en verano. Y el chirrío de los grillos en la tarde. Y la luna gorda o flaca colgando de la noche. Y el río. Y el viento. Y usted. Esas cosas...
Cuando supe de usted fui feliz.
No sé cuándo, creo que siempre lo supe. Siempre fui feliz de antemano por saber que usted existía.
No importa el tiempo. ¿Eso qué importa? Si el amor es eterno.
Eterno como la vida de una mariposa que no conoce la palabra fin. Instantáneo y eterno como su vida o la mía.
¿Un sueño? No podría serlo, pues usted es tan real como mi vida. Si usted lo es, también yo lo soy.
¿Cuál es la diferencia?
¿Con qué vara se mide la felicidad? ¿Una vara real o una imaginaria? Pues ambas miden.
Hágame usted un favor: Si me despierto, convénzame de que seguimos soñando.

Sergio W
 

A Vuelo de Águila

La consciencia es un espasmo del caos.