a Cristina Beatriz
Se esparce la arena del tiempo en sus yemas purgando el presente,
Se tiñen de añiles sus venas del alma creyéndole ausente,
Amarra el pasado en los sueños gastados
el pájaro herido, callado y dolido
que anida en el sol de su pecho.
La loba que urdía al acecho un ataque de luna
sueña echada en el mar de su cama batallas vencidas
corazas heridas, corazones abiertos con dagas de lunas de plata
Añora vientos en el alma que izaban un día sus velas,
flechazos y flechas certeras que hincaba Cupido
en el mar de sus venas.
Sus cinco luceros ardientes hoy trazan su cielo
regando con lluvias de llanto de madre
los campos de dicha y consuelo.
Tesoro brillante, orgullo en la frente,
frente en los labios de madre que ama y que siente.
Y en medio de tanto pasado añorado,
de tanto retoño presente:
De pronto emerge de su vientre
pertinaz remolino de sueños y amores y fuegos ardientes
despierta la loba que un día acechaba un ataque de luna
Encrespa el albor de las olas del mar del amor,
de la piel erizada de verlo,
de las calas mojadas que esperan sedientas
el barco que atraque en su muelle
Y el barco que atraca,
y su centro que estalla y se muere
que estalla y se muere.
Volcán de deseos que son lava ardiente,
pasión que renace del tiempo
cenizas que extintas creyera
mas eran...
pasiones de Fénix.
Sergio W